EL CLIMA

jueves, 10 de agosto de 2017

UN JUEVES DONDE SABEMOS MAS


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El primer registro histórico sobre una pluma con depósito de tinta es del siglo X. Se desconocen los detalles sobre su manufactura o su funcionamiento. El progreso en el desarrollo de una pluma fiable fue lento hasta mediados del siglo XIX, debido a un entendimiento imperfecto del papel que tenía la presión atmosférica en la pluma, y del uso de tintas altamente corrosivas con muchos sedimentos.

El Estado francés concedió una patente al inventor rumano Petrache Poenaru, estudiante en París, por el invento de la primera pluma estilográfica con cartucho de tinta reemplazable, en mayo de 1827. A comienzos de la década de 1850 hubo una aceleración de patentes y de producción de estilográficas. Sólo después de la introducción de dos inventos claves, las estilográficas se convirtieron en un instrumento popular para la escritura. Estas invenciones fueron el plumín de oro con punta de iridio, y el hule vulcanizado para la manufactura del cuerpo.

Las primeras estilográficas que incluyeron estos ingredientes claves aparecieron a mediados del siglo XIX




22 de octubre de 1938. El lugar, Astoria, en el barrio de Queens, Nueva York. Aquel día y en ese lugar, un físico treintañero de orígenes humildes que había estudiado en el Instituto de Tecnología de California, con una pasión sin freno por la invención y que trabajaba como agente de patentes, creó la primera muestra de xerografía (palabra de procedencia griega que vendría a significar “escritura en seco”) junto a un amigo físico llamado Otto Kornei, que le ayudaba en sus experiencias. Sucedió en el pequeño laboratorio que aquel genial científico, llamado Chester Floyd Carlson tenía encima de un ruidoso bar. Se había visto obligado a buscar aquel apartado lugar para realizar sus experimentos, después de que su mujer le persuadiera de que el hogar familiar no era un buen lugar para hacer explotar productos químicos peligrosos

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Los elefantes africanos habían aparecido muy raras veces en la historia moderna de Europa. Jumbo es el tercero del que se conservan vestigios escritos. Luis IX de Francia le regaló uno a Enrique III de Inglaterra, que hasta su muerte vivió en la casa de fieras de la Torre de Londres. A Luis XIV le regaló un elefante africano el rey de Portugal en 1668. Las representaciones del siglo XV, como por ejemplo un grabado de Martin Schongauer (1450–1491), muestran elefantes que por el tamaño de sus orejas se puede decir que son africanos, aunque las fuentes escritas son contradictorias.

Jumbo llegó a Londres. Su nombre significa en swahili «hola», y supuestamente se lo puso su cuidador Matthew Scott. Se convirtió en los siguientes 16 años en una atracción del zoo de Londres. Creció hasta tener un tamaño impresionante de cuatro metros de altura. Dejaba a los niños subirse a su grupa. Se dice que durante esta época se montaron sobre él más de un millón de niños, entre ellos Winston Churchill, Theodore Roosevelt y muchos retoños de la nobleza europea. 

La etimología de Londres es incierta.4​ Es un topónimo muy antiguo que aparece en fuentes del siglo II d. C. Hacia el 121 d. C. aparece citada como Londinium, término que apunta a un origen britanorromano del asentamiento.4​ El primer intento de aclaración, hoy descartado, se atribuye a Godofredo de Monmouth, quien en su Historia Regum Britanniae4​ sostenía que el topónimo provenía de un tal rey Lud que supuestamente tomó la ciudad y la nombró Kaerlud


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Desde 1898 se aceptó comúnmente que el topónimo tenía origen celta y significaba lugar perteneciente a un hombre llamado *Londinos, pero esta explicación también ha sido rechazada.​ En 1998 Richard Coates propuso la explicación de que el nombre proviene del hidrónimo del antiguo europeo *(p)lowonida, que significa «río demasiado ancho para vadearlo», y sugirió que era un nombre que se daba al tramo del río Támesis a su paso por Londres. De este topónimo derivaría su forma céltica, *Lowonidonjon,​ aunque la transformación de la palabra es demasiado grande. La dificultad es conciliar el nombre latino, Londinium, con el que se le da en el idioma galés moderno, Llundain. No se puede descartar la posibilidad de que este nombre galés se tomara prestado del inglés en tiempos posteriores y por tanto no pueda ser tomado como referencia para la reconstrucción del nombre original de la ciudad. Oficialmente, hasta 1889 el nombre Londres solo se aplicó a la City, pero desde entonces se refiere también al condado de Londres y al Gran Londres.


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En 1968 los países europeos firmaron la convención de Viena sobre señales de tránsito, con la misión de estandarizar las regulaciones de tránsito de los países participantes para facilitar el tránsito del tráfico internacional y aumentar la seguridad vial. Consecuentemente, en Europa Occidental las señales de tránsito quedaron bien estandarizadas, aunque todavía hay algunas excepciones en ciertos países. El anexo 1 de la convención de Viena sobre muestras del camino y las señales del 8 de noviembre de 1968 define ocho categorías de muestras:
A: Señales de peligro
B: Señales de prioridad
C: Señales de prohibición
D: Señales de obligación
E: Señales especiales
F: Señales de información
G: Señales de indicación
H: Paneles adicionales
Sin embargo, los países y las áreas categorizan muestras del camino de diversas maneras. En Estados Unidos, el tipo, la colocación y los estándares gráficos de las señales de tránsito y de las marcas del pavimento se regulan legalmente. Otros países, como el resto de países del continente americano, así como Australia suelen seguir el sistema estándar estadounidense, que es diferente al europeo (que por lo general es seguido por la mayoría de países africanos y de Oriente Medio).


El principio del estándar europeo para señales de tránsito es que las formas y los colores deben utilizarse para indicar los mismos propósitos

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